lunes, 4 de julio de 2011

“Un #freelancer es alguien que circula por los enormes territorios de precarización y tercerización que hay alrededor de las empresas periodísticas tradicionales”, reflexiona Mavrakis. Otra vez, aparece acá la práctica periodística como una profesión precarizada, tanto en lo formal como en lo simbólico. Pero en la tesis de Mavrakis parece habitar una esperanza: en ese barro turro del trabajo mal pago, de una profesión sedimentada sobre la violación de todas sus reglas, parece armarse un germen posible de su transformación. “La llegada de nuevas audiencias capaces de customizar su propia demanda informativa provocó un nuevo mundo de ofertas, del que las prácticas y los roles anteriores -como el del “periodista” mismo- quedaron irreparablemente descolocados. Los usuarios de redes sociales, algunos bloggers, incluso quienes informan desde su propia experiencia con los hechos están practicando “periodismo”. Por eso el concepto del “periodista” como agente único y privilegiado capaz de mediar bajo sus propias formas y métodos una información específica entre un público “pasivo” y un mundo que siempre se presupone “inaccesible” para el resto, no es sino una de esas fantasías residuales y casi decimonónicas del #findelperiodismo. En ese sentido, un #freelancer es también alguien que, en un contexto tecnológico en el que los usos y las costumbres tradicionales ligados a la producción de información se licúan simbólicamente cada día más rápido, recorre con mayores posibilidades de autonomía e improvisación los intersticios de lo nuevo. Un #freelancer tiene que crear sus propios contenidos y adquirir sus propias destrezas para ubicarlos donde le resulte más útil a ambos”.

El ocaso de un héroe

"Sé que a usted, en general, no le interesa la música. Pero los Beatles son grandes músicos", le dijo Sabato a Borges el 21 de diciembre de 1974, durante una de las conversaciones recopiladas en Diálogos. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato . "Creo que sí. Mi sobrino me dijo una vez: vas a oír un disco. Lo oí y quedé muy enternecido. Eran los Beatles", cuenta Borges, para sorpresa de su interlocutor y de quienes jamás hubieran sospechado que el gusto borgeano por la cultura anglosajona tenía un rincón para el rock'n roll . Por supuesto que "enternecido", en boca de Borges, puede sonar ambiguo y, a veces, casi acusatorio. En definitiva, se trata del mismo oído que registraba en Gardel un "sentimentalismo barato". Alejado de los detallados juicios estéticos y más preocupado por la dimensión filosófica, por la misma época Woody Allen, en Nueva York, hacía de Lennon, McCartney, Harrison y Starr uno de los grandes hitos existenciales del hombre moderno. ¿Qué era el "hombre moderno" sino "toda persona nacida después del edicto de Nietzsche? Dios ha muerto' y antes del éxito pop ?I Wanna Hold Your Hand'"?, escribe en Perfiles(1975).

Beatles para escritores
Yo he visto también cómo a Murakami había que salvarlo de la multitud en Barcelona para que no le arrancaran la ropa, como si fuera un rockero. Es alucinante. O salas inmensas llenas para escuchar a Almudena Grandes hablando sobre la memoria histórica de España, con gente que llora por asuntos de hace 50 años. Lo que pasa es que esto se da cada vez menos porque los escritores jóvenes están viviendo una decepción extraña. No hay ilusiones fuertes entre ellos. Al menos en España, los escritores jóvenes que conozco están más pendientes del dinero que van a ganar en lo más inmediato o de cómo van a formar sus familias. ¿Qué riesgos van a correr? ¡Ninguno!

El difícil oficio de leer y descubrir